1 Religión y Ciencia
El ser humano busca respuestas y ante esa necesidad, nació primero la Religión y luego la Ciencia. Inevitablemente, llegó un momento donde sus versiones discreparon. Desde hace más de cuatrocientos años, las explicaciones sobre el mundo que parten de sistemas religiosos han sido relegadas por las teorías científicas modernas. Primero, los intelectuales religiosos lucharon por mantener una explicación astronómica y física acordes con los dogmas cristianos. Pero, ante las poderosas teorías presentadas por Copérnico, Kepler, Galileo, Descartes y Newton, este ámbito pronto fue abandonado. Igualmente, fueron negados los avances de la geología moderna, inicialmente desarrollada por Hutton, Playfair y Lyell. La idea clave de estas teorías para explicar los problemas geológicos, fue que la Tierra cambiaba y se formaba mediante variaciones paulatinas. Estas y otras teorías que ubicaban el inicio de la Tierra más atrás de 4.000 años antes de Cristo, fueron rotundamente rechazadas por los religiosos. No mucho después, este bastión tuvo también que renunciarse ante sus evidentes debilidades explicativas. Finalmente, los defensores de la religión intentaron evitar la teoría de Darwin sobre la evolución biológica, pues esta tesis, evidentemente, no es acorde con las leyendas religiosas sobre la creación humana y, asimismo, porque implicaba una situación extremadamente problemática para la creencia en el alma y en el libre albedrío. Como se sabe, aquí tampoco las cosas fueron bien para las teorías que eran afines con la religión. Bertrand Russell mantuvo durante su larga vida, una actitud firme ante todos los problemas que abordaba como crítico, libre pensador y, en suma, desde un posicionamiento racionalista. Todo su esfuerzo intelectual consistió en negar las apelaciones a la confianza, la intuición y la autoridad, como formas de fundamentar las ideas y las teorías sobre cualquier tema. Todo debe pasar el juicio de la razón crítica, fuera de ella se encuentra el dogmatismo y su consecuente estancamiento intelectual. Además de ser uno de los filósofos modernos más influyentes (Premio Novel incluido), Russell era un ferviente pacifista y ateo. Como demuestra en el presente libro, desarrollando sus argumentos de forma amena y directa revisando la disputa epistemológica entre Ciencia y Religión.